No me refiero al deterioro económico, a la corruptela generalizada, a la desocupación, a la falta de medios y atención hospitalaria, al desmoronamiento de las Instituciones fundamentales y a los exagerados poderes concedidos a otras subalternas, a la pavorosa situación educacional ni a la atomización de la Ciencia y Técnica en general.

Tampoco me refiero a la pauperización sistemática de los Estados Provinciales, ni a la triste situación de mendicante, a la cual, está reducido el país en los foros internacionales, ni a la pérdida de dignidad y orgullo nacional a las que nos conducen actos y declaraciones de nuestra Cancillería.

En una palabra, tengo el íntimo convencimiento de que se está tratando de despojarnos de nuestro ser nacional. O si se lo prefiere, de nuestra identidad.

Distintos intelectuales han teorizado sobre el mismo tema y hasta la fecha, los hechos y sus consecuencias, les van dando paulatinamente la razón. Es de destacar, que los pensadores aludidos, cubren la totalidad del espectro político argentino. Esto es una garantía de lo genuino de la preocupación, que trasciende lo cotidiano y manipulable. Son voces que se alzan en solitario para prevenir y advertir, no para sembrar dudas o confusión.

Pocas gentes están escuchando. Respondiendo a la hipótesis, el pueblo está cada vez más anestesiado.

Cada vez más, los medios masivos de comunicación, generan dentro de sus usinas comerciales, nuevas y más contundentes noticias para evitar el tiempo mínimo de recogimiento para poder pensar y razonar a futuro. Las noticias y sus difusiones, adquieren rango de salvajismo. Las afirmaciones son lapidarias y las rectificaciones menos que tibias.

No es ya la venta o la supremacía de un medio sobre otro lo que fundamenta esta atroz carrera sensacionalista, chabacana o politiquera. Corresponde a un fin. Que es el ya señalado.

Si nos quitan el tiempo de reflexión y nos drogan con la imperiosidad del hoy, nos privan de la visión del mañana. Nos atosigan, nos cercan, nos ponen frente a alternativas de rápida resolución, nos aturden.

Nuestro continente religioso naufraga. Es cierto que la Iglesia Católica no hace nada para impedirlo y en algunos casos, hasta inexplicablemente lo alienta.

Las Fuerzas Armadas se muestran contemplativas y hasta complacientes. Eluden cumplir con el papel que desempeñan sus similares en cualquier otra parte del planeta. Rehuyen a ese protagonismo esencial que hace a los actos de gobierno. Dócilmente van adaptándose a modelos de seguridad globalizadores, impuestos por terceros países. Están dominadas por un presupuesto ridículo. Que es la mejor forma de atar las manos de cualquiera.

Pero eso no nos justifica. Nada nos puede justificar ante nosotros mismos. Tenemos hijos. Nos debemos a ellos con una responsabilidad republicana que quizás no tuvieron nuestros padres.

Tenemos un futuro , o por lo menos, deberíamos querer tenerlo. Nacimos en un hermoso país. Refugio cálido a cualquier hombre de cualquier latitud. Hospitalario y amable. Sólido y cordial. Amistoso, pero inflexible en la toma de decisiones que lo puedan afectar. Amplio, liberal y productor. Investigador por antonomasia, siempre en pos de la excelencia. Trabajador y respetuoso del derecho. Universalista en sus conceptos. Futurista en sus actitudes. Todo esto y mucho más, quedó en el camino.

Es necesario volver hacia atrás para recuperarlo. Recuperar la paz, la tranquilidad, la familia, los conceptos básicos de respeto mutuo. Recuperar ese desdén tan nuestro por el consumismo exagerado, jerarquizando los propios logros que siempre constituyeron motivo de orgullo.

Tratemos de tomar distancia. Hagamos un alto. Pensemos. Todavía podemos volver a las fuentes, fuentes que nunca debimos abandonar. Todavía podemos demostrarnos a través de la palabra.

Todavía y a pesar de todo, somos libres. Pensemos mucho, puesto que cualquier otra actitud nos conducirá inexorablemente a la pérdida de identidad, con todas las consecuencias que ese hecho pueda producir.

Utilicemos la herramienta, por la cual Dios hizo que nos diferenciásemos del resto: la inteligencia. Que significa entender.

Por nosotros, recordemos: "Al gran pueblo argentino. salud!"

>> Regreso directo a la página principal