"Discurso Oficial Institucional de la Armada en 1995"
Subversión: alocución del Almirante Molina Pico – El primer reconocimiento de la Armada
Durante la formación de Lista Mayor del Comandante de la Flota de Mar, cumplida a bordo del Portaaviones "25 de Mayo", el 3 de mayo del corriente año el jefe del Estado Mayor General de la Armada Almirante Enrique Molina Pico, pronunció una alocución, que por su trascendencia, "Gaceta Marinera", interpretó que merecía ser incluida en un Suplemento Especial, a fin que pueda conservarse como un documento de consulta permanente.
El discurso:
Formaciones de la tarde como la que hoy presido, han sido el vehículo utilizado por muchas generaciones de marinos para renovar, formados con armas sobre las cubiertas de sus buques, el compromiso de "Subordinación y Valor" a su Comandante, y por muchos Comandantes para hacer llegar a éstos sus mensajes trascendentes.
Es entonces el marco adecuado para transmitir a los hombres y mujeres de la Armada algunas precisiones que considero imprescindibles sobre los hechos de la historia reciente que conmueven a la opinión pública.
Hechos sobre los que hasta ahora la Armada, fiel a su estilo, guardó un respetuoso silencio, mientras ponía en ejecución los mecanismos necesarios para evitar su repetición.
Las circunstancias parecen exigir que ese estilo sea alterado: es esa mi decisión, pero es también el asesoramiento del Consejo de Almirantes que acaba de concluir.
Diversos actores, han puesto de manifiesto que el problema de la acción antisubversiva abarcó a toda la sociedad, que incluyó y excedió en mucho el campo de la Marina, a la vez que mostró que las fuerzas contra las que se luchó habían actuado organizada y militarmente con sus propios criterios de combate.
Es difícil con la perspectiva de hoy comprender y analizar el pasado y mucho más hablar de él con verdadera ecuanimidad. Piensen que quienes estamos en los puestos de alta responsabilidad teníamos la jerarquía y la edad de la oficialidad joven y entonces enfrentamos las tareas con el mismo ideal que ustedes pero en un clima social de violencia, temor y desconfianza y en el marco de una extendida incertidumbre Política.
No puedo fijar un año o un hecho como iniciador de la violencia, ésta nos fue envolviendo progresivamente con su manto de horror, pero algunos por su trascendencia por ser la demostración de un nuevo tipo de ajusticiamiento por mano propia marcaron hitos en su espiral creciente, me refiero a los asesinatos de Vandor; Aramburu, Sallustro, Mor Roig y Rucci, de ahí en más todo fue posible y se perdió la capacidad de asombro.
Enfrentemos por ello, derecha y sinceramente el pasado para sacar conclusiones y no repetirnos los errores vividos, pero enfrentémoslo en su totalidad, no con la visión parcial que es la que nos golpea diariamente.
Como argentinos hemos vivido un largo período de desencuentros y violencias y queremos, nosotros también como todos, contribuir a cerrarlo definitivamente.
No podemos olvidar que esa violencia adquirió una intensidad cualitativa muy distinta cuando las bandas guerrilleras atacaron la sociedad argentina, no atacaron a las fuerzas armadas como enemigo directo, lo hicieron a la sociedad y a cada uno de sus sectores como un todo tratando -según ha sido revivido últimamente en confesiones públicas - de cambiar la esencia de nuestra Nación, quizá como parte de las distintas cosmovisiones vigentes en el mundo en ese momento, aquellas fueron atacadas en ese contexto y como instituciones portadoras de la obligación legal de defender a la comunidad.
En su accionar cayeron vidas de integrantes de todos los sectores del quehacer nacional, no había miramientos. Todo fue un huracán de sangre y fuego para, ilusoriamente luego de hacer tábla rasa poder construir una nueva sociedad.
El país reaccionó, adecuándose para ello. Se promulgaron leyes y se organizaron tribunales y las fuerzas de seguridad y las armadas cumplieron su cometido poniendo a disposición de la justicia independiente los implicados en la violencia; pero luego se dio un paso atrás de enormes consecuencias, no importa aquí analizar las causas que llevaron simultáneamente a liberar a los condenados y a desmantelar el aparato jurídico que permitía eficazmente luchar contra el flagelo.
Pero ello ocurrió y fue el hecho que desarmó a la sociedad en lo que es quizás el último bastión de la ciudadanía agredida: Una justicia eficaz y segura en la que pueda confiar para exigir la vigencia del orden constitucional.
A partir de ese momento rigió la justicia de la mano propia, era matar o morir.
Se atacó entonces a un gobierno constitucional y la violencia desbordó a las instituciones, la vida humana perdió todo valor y los bienes personales quedaron a merced de la voluntad de distintos señores de la guerra.
No se vivía en la Argentina, se sobrevivía.
Nunca podía usarse el mismo camino, se desconfiaba de todos y de todo.
La Nación fue atacada y se defendió.
Las decisiones tendientes a como enfrentar la guerra se tomaron en ese clima, en un cuadro de situación nacional caótica, agravado por nuestro gran error histórico: la destrucción del orden constitucional vigente.
La interrupción del orden constitucional no es justificable, ni aún por haber sido una constante cultural en la historia previa, ni por las circunstancias de excepción que se vivieron, lo que a su vez ilegitimó el accionar antisubversivo de las Fuerzas
Estamos a veinticinco años de aquellos asesinatos, a veinte años del apogeo de la guerrilla y a más de diez del juicio a quienes fueron conductores del proceso político, tiempo que para todos ciertamente no transcurrió en vano, ¿qué nos pide la sociedad ahora?.
Un reconocimiento, ¿qué es un reconocimiento?, ¿es acaso la aceptación de una humillación pública?, ¿es acaso la aceptación de un sentimiento de culpabilidad que nos abata para el futuro?, desde ya que no, lo que tenemos que hacer y hacemos es reconocer la realidad, toda la realidad, terminar la instalada "Guerra de mentiras" pues se acusó a las Fuerzas Armadas de cumplir exclusivamente un plan de exterminio de una mayoría de inocentes y nosotros los militares respondimos que no hicimos otra cosa que combatir según las leyes de la guerra.
La realidad es otra, existió un ataque masivo contra la sociedad argentina y nosotros también reaccionamos en forma y con una metodología que no respetó el orden legal vigente y las leyes de la guerra.
Reconocer la verdad de esta situación vivida, compleja y sangrienta, que involucró a hombres e instituciones, instituciones que perduran en el tiempo aunque sus hombres sean pasajeros, nos obliga a identificar la parte de carga de cada uno.
A las instituciones debe imputárseles la responsabilidad histórica y a los hombres las culpa
Ante ello, ¿Cuál es la responsabilidad del Jefe de Estado Mayor?, reconocer abiertamente que hubo métodos equivocados que permitieron horrores inaceptables, aún en el contexto de crueldad propio de la guerra. Por eso hoy los rechazamos y los excluimos como posibilidad ante cualquier acción futura.
Pero la acción la hacen los hombres, pues fueron los hombres, cuyos temores y euforias compartí, los que combatieron al enemigo, la mayoría de quienes, en medio del odio y de la violencia de la guerra que se vivía, cumplieron lealmente planes y órdenes creyendo en la causa justa por la que se luchaba.
La guerrilla fue vencida.
No obstante la sociedad, después, cuestionó el método y la conducta de muchos de los hombres de armas y éstos lo aceptaron y ese fue el primer paso al reencuentro nacional.
Y la sociedad juzgó a esos hombres. A través de sus representantes en el Congreso, estableció las leyes para dar un encuadramiento legal y jurídico aplicable a lo que fue una situación anómala por la violencia y el caos imperante.
El Congreso sancionó un cuerpo legal, el Poder Ejecutivo lo promulgó y los jueces de la Constitución juzgaron, absolvieron y condenaron.
Esa fue la palabra de la sociedad argentina para deslindar responsabilidades a quienes actuaron en situaciones límites.
La justicia humana es imperfecta pues se basa en una verdad incompleta. Sin embargo, el fallo firme de la Corte Suprema estableció la verdad jurídica a la que nos atenemos, en ella se esclarecen los métodos empleados y sus alcances; en su momento hasta ahora negados, pero que hoy en otro paso en el sentido del reencuentro reconocemos.
Para los hombres que cumplieron con su deber, ya finalizó el tiempo de rendición de cuentas a la ley. Ahora continúa la etapa de rendición de cuentas ante la propia conciencia.
Esto es la historia y nos queda el dolor humano de esta tragedia, dolor de perder camaradas y amigos y que conozco personalmente desde el seno de mi propia familia.
Tantas vidas perdidas; ni las palabras ni los hechos podrán desandar el horror vivido, solamente ayudar a suavizar las cicatrices y contribuir en todo lo humanamente posible a superar las heridas.
¿Qué compromiso asumimos a raíz de tanto sufrimiento y dolor?
Que en el orden republicano recuperado la única forma de defender nuestras instituciones, nuestra forma de vida y los derechos humanos es el estricto y total cumplimiento de la constitución y de las leyes, este procedimiento que veta el recurso a la violencia y que vale para todos los ciudadanos rige especialmente para nosotros - las Fuerzas Armadas - pues teniendo el poder que nos dan las armas para la defensa de la Nación, nos subordinamos al gobierno que tiene el supremo poder que le otorgan la Constitución y las leyes.
Este principio orienta todo nuestro accionar y es el compromiso definitivo de la Armada para el futuro, con él estoy seguro que serviremos a la Nación respetando a los hombres.
Mis expresiones anteriores son un breve resumen de una historia cargada de violencia y la principal conclusión del análisis de este período: la constitución y las leyes deben regir todos los actos de nuestra institución; ahora, ¿qué les queda a ustedes? dos cosas:
"El cumplimiento irrestricto de las leyes y colaborar en la construcción de nuestro futuro con el orgullo de ser marinos "
Fdo.
Enrique Molina Pico
Almirante
Jefe del Estado Mayor General de la Armada
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