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"FORO DE LA VERDAD HISTÓRICA"

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La falsificación de la realidad

La Argentina en el espacio geopolítico del terrorismo judío

La "guerra sucia" en la Argentina - Guerras revolucionarias y guerras contrarrevolucionarias: del mundo bipolar al mundo apolar.

por Norberto Ceresole – un ex militante revolucionario de los 70´

PARTE 2

Argentina e Israel

La no existencia de salidas a la hipótesis suministrada por los grupos operacionales norteamericanos e israelíes, sumada a la actitud beligerantemente antigubernamental que desde un comienzo asumen las instituciones sionistas/judías de la Argentina ("falta de seguridad"), determinan que la única política de futuro para esas organizaciones sea aumentar su capacidad de penetración en las instituciones representativas del Estado argentino, especialmente en la comunidad de los servicios de inteligencia.

Hacia ellos se orienta la artillería de grueso calibre: allí están los "nazis" que sabotean el desarrollo "normal de la investigación". Allí están los responsables que impiden que se verifique gloriosamente, a la manera de los "happy end" hollywoodianos, la brillante hipótesis de conflicto suministrado por las inteligencias norteamericana e israelí.

La sociedad argentina en su conjunto entendió que el atentado fue "una cuestión interna de los judíos". Lo que los judíos llaman el "antisemitismo de la sociedad argentina" es en verdad su aún fuerte identidad de país joven y su identificación con un proyecto nacional aún indefinido, pero intuido y deseado con fervor.

Incluso una continuidad organizada de "operaciones psicológicas" buscó incriminar al Ejército en esta grave coyuntura nacional. Surgieron una serie de represalias por haber sido una de las pocas voces institucionales que inicialmente (sólo inicialmente) se levantó con dignidad en ese país, censurando la presencia de la "Task Force" israelí.

La lucha entre dos concepciones, con un vital componente religioso, es la que origina todos los conflictos violentos que estallan dentro del espacio judío. La confrontación de ambas concepciones será un hecho decisivo y posiblemente fatal para la continuidad histórica del Estado de Israel, según la visión social-sionista originaria, y según, asimismo, la visión religiosa tradicionalista, opuesta desde siempre a los proyectos terrenales del sionismo.

Tomando como hilo conductor la historia del Estado de Israel desde su fundación hasta nuestros días, vimos cómo el proyecto de globalización se complicó más en una crisis interior que en una crisis fronteriza; y vimos cómo ambas envuelven a ese Estado, provocándole, entre otras cosas, un decrecimiento demográfico nunca registrado hasta estos momentos (paliado provisoriamente por los inmigrantes rusos y de otros países del ex "campo socialista").

En contra de que el grupo autor del atentado sea musulmán concurrieron desde un comienzo una serie de evidencias. La fuente originaria de la que surge la "reivindicación" del atentado pocas horas después de producirse es la delegación del Mossad en Buenos Aires, quien identifica a los supuestos autores del hecho señalando a una organización islámica absolutamente desconocida, y calificándola como una escisión del Partido de Dios.

Hezbollah es un grupo ligado a Irán y a Siria en el plano regional, cuyo gobierno negó terminante, a las pocas horas de producida la explosión, toda participación en el hecho. La propia organización y los servicios de seguridad del gobierno libanés negaron también la autoría, fabricada por una fracción del Mossad, que es la que "asesora" al gobierno argentino. Asimismo es sabido que históricamente existieron muchas "escisiones" en el mundo árabe/musulmán, en especial en la "zona de seguridad" del Sur del Líbano (bajo control israelí), casi todas ellas manipuladas por el propio Mossad.

En favor de que el grupo autor del atentado esté relacionado con el Estado de Israel, con los grupos judíos nacionalistas que en ese momento estaban pujando para modificar drásticamente los fundamentos ideológicos de ese Estado, concurrió la circunstancia de que los conflictos internos dentro del Estado judío se agravan de día en día en función de una "guerra" entre "fundamentalistas" y "social-sionistas". La frontera que separa a los bandos en conflicto es muchas veces indefinida, pero penetra profundamente en todos los aparatos de seguridad del Estado judío.

En este sentido, el gobierno de Rabin se encontró incapacitado para oponerse a las maniobras de cualquiera de la facciones, ya que la denuncia de esa fractura perjudicaría de manera irreversible al judaísmo en su totalidad. Finalmente cae asesinado por otro judío, hecho que convierte la mencionada fractura en un cisma infranqueable: entre los judíos entre sí y entre éstos y el "mundo gentil".

La caída de la bipolaridad hace que el principal conflicto que debe enfrentar el Estado de Israel sea de naturaleza interior. Ese conflicto debe leerse no sólo en clave política, territorial, militar y estratégica, sino especialmente en clave teológica: la construcción del Israel bíblico es la aspiración básica de importantes grupos de poder dentro de ese Estado con vocación teocrática que había sido gobernado, la mayor parte del tiempo, por laicos. De allí surge la enorme fuerza que tiene, entre otros, el movimiento de los colonos judíos de las zonas ocupadas: los verdaderos dinamitadores del "proceso de paz" palestino-israelí.

Los colonos han conformado un ejército paralelo que recibe pleno apoyo y cobertura de las fuerzas armadas y de los servicios de seguridad israelíes, y de la casi totalidad de los aparatos del Estado Judío. El movimiento colono-fundamentalista está además articulado alrededor de varios partidos y grupos, la mayoría de los cuales, o escapan al control de los aparatos de Estado israelíes, y/o mantienen relativa hegemonía sobre ellos.

En muchas partes del mundo las distintas formas de guerras no sólo han retornado a sus viejos moldes nacionales: se manifiestan a través de conflictos internos que la bipolaridad había postergado. El conflicto territorial ha reemplazado totalmente al conflicto "ideológico". Y en la mayoría de los casos la cobertura cultural de los conflictos civiles-territoriales es de raíz religiosa.

Esta mutación es particularmente evidente en Oriente Medio, donde algunas organizaciones palestinas como la OLP, han trocado asimilación ideológica (e, incluso, cultural) por asentamientos territoriales (auténticos Gulags rodeados de enemigos armados) que pretenden adoptar la forma de Estado. Ante esa asimilación de las organizaciones árabes laicas (que encuentran cada vez mayor similitud con partidos socialdemócratas pertenecientes a Estados hasta ayer enemigos de Palestina), surgen con vigor los movimientos musulmanes identitarios, que en Occidente se denominan "fundamentalismo islámico", con el obvio sentido de minusvalorizarlos.

La "conexión española" y la historia argentina

Tiene poco que ver con la condena a los militares argentinos. Esa conexión tiene un texto y un contexto bien distintos. Como lo demostró la periodista argentina Gabriela Cerruti, quien publicó una extensa conversación con el ex oficial de la marina argentina Alfredo Astiz. Esa conversación transformada en "reportaje" es importante por las ingerencias que pretenden realizar algunas fuerzas políticas españolas, que aspiran a intervenir nada menos que en la historia de la Argentina, cuando ellas mismas no tienen para nada claro cuál fue la historia de la propia España.

Cabe destacar que la periodista Gabriela Cerruti es un miembro destacado del mal llamado movimiento de los "derechos humanos", que de manera sistemática compara la Argentina de los años 70 con el "Holocausto nazi".

En relación con el "arrepentimiento" del capitán Scilingo y su "milagrosa" puesta en libertad por el juez Garzón, el mal llamado movimiento de los "derechos humanos" en la Argentina trata de crear un clima internacional orientado a demostrar que en la Argentina de los años 70 existió un "Holocausto sudamericano".

De allí se derivaría que la "mano de obra desocupada" de la época de la guerra sucia se ha convertido ahora en fuerza de choque antisemita en la Argentina. Esto fue incluso señalado en los últimos días por la prensa francesa, que recordó que el gobierno de París le solicitó al gobierno argentino una "declaración de responsabilidad del Estado", similar a la pronunciada "por el presidente Jacques Chirac sobre la entrega de 75.000 judíos a los campos de exterminio nazi por parte del régimen de Vichy" .

Personalmente creo que lo dicho por Astiz no fueron "declaraciones periodísticas" propiamente dichas, sino fragmentos de una conversación informal publicados sin su consentimiento. Por lo tanto, el análisis no puede derivar hacia un inexistente complot militar actual, lo que sería ridículo por definición, dada la anemia operativa del aparato militar.

Es más bien una maniobra del núcleo judío que controla y financia el movimiento de los "derechos humanos" en la Argentina (recordemos que estamos hablando de "humanistas" que nunca condenaron la política de Israel sobre Palestina, pero que sin embargo viajan a la Jerusalén ocupada con una periodicidad inquietante). Ese grupo tiene por misión prioritaria "demostrar" que los dos atentados de Buenos Aires no fueron acciones intrajudías.

Yo no necesito gastar ni un miligramo de tinta para demostrar mis diferencias con Astiz. Fui uno de los actores de las "fuerzas irregulares" que en los años 70 contribuimos a desolar a la Argentina; por lo tanto estuve y estoy enfrentado con hombres como Astiz. Por ello mismo sostengo que es absolutamente vital, hoy más que nunca, poner en claro los principales ejes por los cuales discurrió el segmento de la historia de la Argentina que hoy pretende ser utilizado por el complot que opera desde España y otros países en contra de los verdaderos intereses del pueblo argentino.

 

La "guerra sucia" en la Argentina
Guerras revolucionarias y guerras contrarrevolucionarias: del mundo bipolar al mundo apolar.

La larga vigencia de la bipolaridad produjo un profundo impacto paralizante sobre una superficie muy amplia y diversificada de procesos revolucionarios que se desarrollaron en puntos muy alejados entre sí dentro del mundo excluido. La negatividad de ese impacto consistió en el hecho de que fue imposible evitar trasladar a cada proceso nacional específico y diferenciado una dicotomía global que excluía y satanizaba, simultánea y respectivamente, a sectores sociales y grupos culturales e institucionales cuyos intereses originales en el interior de cada nación no eran necesariamente opuestos.

Las oposiciones irreductibles e irreconciliables no surgían del conflicto interior en sí; ni del contexto nacional específico, sino de la inserción de esos conflictos en un marco más amplio, que era la confrontación bipolar.

Fueron las consecuencias de esa inserción, y no la naturaleza específica del conflicto nacionalmente localizado, lo que hizo que diferentes sectores sociales, diferentes franjas culturales y religiosas asumieran posiciones antagónicas entre sí, dentro de una dialéctica destructiva y autodestructiva que sólo pudo existir en un ambiente ideológico de confrontación global determinado por la guerra fría.

Así, los conflictos sociales y militares que se agitaban dentro de cada sociedad nacional, todos ellos encorsetados por la bipolaridad (que fue un proceso totalizador abarcante desde lo estratégico hasta lo teológico) se transformaban en dicotomías interiores insuperables que, finalmente, condujeron a todas las alternativas de cambio, inexorablemente a todas, hacia un callejón sin salida.

El fracaso de las guerras revolucionarias selló un destino catastrófico - dada la mortal mimetización con el enemigo - para las guerras contrarrevolucionarias "victoriosas". El mundo contemporáneo, dominado por el "derecho a la ingerencia", es el fiel testigo de la muerte de ambas concepciones.

La catástrofe se originó a partir de la aceptación universal del falso hecho de que en esas sociedades el enfrentamiento se debía plantear como un conflicto básico entre sociedad ("revolución") y Estado ("contrarrevolución"). Ese es el punto de inflexión que hoy puede ser visto como el principal factor inviabilizador de todos los procesos de cambio que podemos registrar en todas las regiones de la periferia excluida durante las últimas décadas.

Se llegó al absurdo de que la totalidad de los contendientes aceptaran la inexorabilidad de que los presupuestos de la guerra revolucionaria estaban basados en una lucha contra el Estado, realizada desde un "foco", desde un "ejército irregular" o desde un proceso insurreccional "de masas".

Inversamente, la óptica correlativa pero inversa, dio por supuesto el hecho de que el Estado era el Alcázar de la guerra contrarrevolucionaria; es decir, que se llegó a aceptar como natural la mortal patología de que el enemigo estaba "en" la sociedad.

La conjunción de ambas aberraciones conceptuales eliminó de raíz la posibilidad de conocer las contradicciones existentes entre cada "Estado contrarrevolucionario" y la estrategia global confrontativa del "mundo occidental" contra el "comunismo soviético". Fue así que ese Estado llegó a convertirse -por aceptación y autoaceptación- en el instrumento principal de "ese" mundo en confrontación global con el "otro" mundo.


Naturaleza de las "nuevas agresiones"

Dentro de un entorno internacional donde predomina la certidumbre de que en el futuro las relaciones en ese plano estarán signadas por un empleo creciente de la fuerza militar, Argentina sufre un nuevo tipo de agresión exterior simbolizada en el atentado terrorista judío del 18 de julio de 1994.

Estamos hablando no de agresiones "ideológicas" sino de acciones militares , que se cobran un alto número de víctimas argentinas dentro del territorio argentino, realizadas por fuerzas de origen no argentino.

Cada día que pasa cobra más entidad el supuesto por el cual ese tipo de agresiones proviene no de "grupos terroristas" descontrolados sino de organismos de inteligencia adscriptos a Estados - o a fracciones de esos Estados - con los cuales el gobierno argentino actual dice estar en situación de "alianza o sociedad estratégica".

Súbitamente, como obedeciendo a un plan previamente elaborado surgió una patética galería de perversas acusaciones y falsas exculpaciones. En la práctica todo terminó más oscuro que antes. Ahora no sólo muchas más personas son conscientes de que desde hace dos décadas están viviendo una historia de pesadillas, también intuyen que se están ensayando explicaciones deliberadamente superficiales. Un falso y no deseado sentimiento de culpa trata de sustituir al análisis histórico riguroso y responsable.

Hemos visto por todos los medios de comunicación a los prototipos de todos los personajes imaginables, desde un ex sargento de la Policía Federal con figura de rata de albañal, hasta comandantes de instituciones militares que se sienten obligados, por lo que ellos definen como una cuestión elemental de supervivencia institucional, a defender a un sistema político que tiene como uno de sus objetivos principales la destrucción de las propias instituciones militares.

Hemos visto a representantes de "organizaciones de derechos humanos" que, a voz en cuello, juraron que jamás perdonarán, con lo que pretenden negarle al conjunto de la sociedad argentina cualquier salida política razonable.

Hemos visto a ex militares arrepentidos que hablan no de procesos históricos sino de culpas personales, reales o ficticias.

Hemos visto a dirigentes de las "fuerzas irregulares" de aquellas épocas, unos impulsando descaradamente una intención de voto en favor del gobierno, otros haciendo un llamamiento, nada menos que a las Naciones Unidas, instándolas a mandar una comisión investigadora con capacidad de expedirse sobre problemas internos, no ya de la actualidad argentina sino de la historia argentina.

Hemos visto todo lo esperpéntico, lo absurdo y lo oportunista que es posible imaginar. Lo que no hemos visto por ningún lado es la verdad. Es decir, la voluntad firme y sostenida de organizar un relato sobre la secuencia lógica que va de lo autobiográfico hasta nuestros proyectos de futuro.

Lo primero es clarificar la posición personal de cada uno durante aquellos momentos dramáticos. Argentina necesita de autobiografías, como nunca en su historia. La autobiografía tiene que ser el punto de partida de cualquier opinión y análisis no sólo competente, sino además creíble.

A partir de la autobiografía - que de una vez por todas debe sustituir a la "ficha" personal archivada en los "servicios" - podemos entrar, recién, en el segundo momento, en el análisis histórico propiamente dicho, tomando como marco un período más amplio que los propios hechos directamente relacionados con las consecuencias del golpe de Estado de 1976.

Es necesario estudiar, como mínimo, la etapa inmediatamente anterior y la inmediatamente posterior a ese hecho. De otra manera quedan ocultas otras aberraciones, como la derrota de Malvinas originada en defecciones y traiciones internas, y no en la supuesta "superioridad tecnológica del enemigo".

Vuelven a plantearse los grandes interrogantes a que los militantes de mi generación aún no han respondido:

Yo desarrollo alguna de estas cuestiones en uno de mis libros (Nación y Revolución, Argentina: Los años setenta, Ed. Puntosur, Buenos Aires 1988):

"La política insurreccional no pudo acercarse, no pudo ver jamás donde estaba el centro de gravedad del sistema de poder del oponente".

Su terrorismo orientado hacia las fuerzas armadas establecidas - que constituían parte de la periferia del sistema interior de poder - determinó que "las acciones de la guerrilla no sólo no desarticulan el sistema de poder existente, lo dejan intacto".

Sin duda alguna muchos se beneficiaron con esta metodología del comportamiento político-militar, que hoy puede ser perfectamente analizada tanto en sus componentes internos cuanto externos. La misma fue utilizada, posteriormente, aunque en forma simétricamente opuesta, por las fuerzas contrainsurreccionales, entre ellas la Iglesia institucional. Dos doctrinas militares fueron simétricamente "importadas" sin que mediara ningún tipo de procesamiento interior: la "insurreccional" y la "contrainsurreccional".

Guerra revolucionaria, fuerzas armadas e Iglesia.
La "teología de la eliminación": una relación centro-periferia

Las "desapariciones" no hubiesen sido posibles sin la preeminencia de una teología - que actuaba bajo la forma de ideología de una Iglesia Universal inmersa en una confrontación a vida o muerte con la otra mitad del mundo. En la Argentina del siglo XIX se habían sucedido muchas guerras civiles. En ellas se cometieron actos de salvajismo por ambos bandos (el de los "civilizados" y el de los "bárbaros") pero eran actos donde se producían muertes, no desapariciones.

La desaparición sólo puede ser explicada a partir de una teología central/universal aplicada en la periferia y fundamentada en una confrontación global, dentro de un mundo bipolar. Se violaron todas las Leyes de la Guerra sólo porque había un sostén teológico que permitía esa operación esencialmente inmoral.

A mi modo de ver una autoubicación biográfica dentro de un proceso histórico que es relativamente reciente resulta un punto de partida insoslayable. Sólo a partir de él, creo, nuestras opiniones y nuestros actos del presente - y no sólo nuestro juicio histórico - pueden cobrar sentido.

En lo personal inicié esa autobiografía, de una manera aún muy parcial, en un libro ya citado fechado en febrero de 1987 y editado en 1988 (Estado y Revolución. Argentina: los años setenta, Ed. Puntosur, Buenos Aires, 1988)

 

Trataré de sintetizarlo.

En 1973 - para tomar un año simbólico - yo tenía exactamente 30 años y una docena de libros publicados. Es decir, era un lustro mayor que la mayoría de los militantes y tenía un cierto prestigio personal y un cierto conocimiento del mundo. En ese sentido, si bien no puedo decir que fui integrante o dirigente de una u otra organización revolucionaria, sino "consultor" de varias de ellas, tenía mayores conocimientos y, por lo tanto, mayor responsabilidad moral (limitada, porque tampoco tuve una gran capacidad decisional).

Recordemos que entre el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros se movían, con mucha contundencia, un amplio espectro de organizaciones menores. Cuando se produjo la fractura del ERP, hacia 1973, las conducciones de algunas de esas organizaciones adoptan una serie de trabajos teóricos míos - algunos de los cuales fueron publicados, sin firma, en la Revista Liberación.

Tanto ellos como mucha otra gente en este país sabían algunas cosas básicas sobre mí: mi relación con la Revolución Peruana, mis contactos con Moscú, mis frecuentes visitas a Madrid para entrevistarme con el general Perón, y mis buenas relaciones con un sector muy importante de oficiales jóvenes del ejército argentino y con algunos hombres de la dirigencia de Montoneros.

Eran muchos los oficiales del ejército que estaban a favor de un acuerdo con las organizaciones armadas que se proclamaban peronistas y eran muchos los militantes del ERP que no comprendían el antiperonismo - de origen trotskista - de la cúpula de esa organización. De esa crisis nacen nuevos grupos con el propósito de virar hacia el peronismo y me proponen que actúe como su representante en esa operación.

En síntesis - muy en síntesis - mi experiencia dentro y fuera del país durante esos años me permite afirmar que, con prolongada anterioridad al golpe de Estado de 1976, existía en las organizaciones armadas "irregulares" la voluntad, las doctrinas y una incipiente infraestructura para plantear la guerra, a la que se imaginaba - no podía ser de otra forma - como guerra civil. Generalmente no se menciona este hecho, y se pretende convertir a quien en vida fue un combatiente en una vulgar víctima.

El golpe militar de 1976 encuentra a las organizaciones armadas irregulares  debilitadas.

Creo que hasta el momento nadie señaló que las víctimas fueron el subproducto necesario de un combate anterior.

Es obvio que a lo dicho anteriormente le faltan dos dimensiones fundamentales: una mayor explicitación del marco histórico real en que nos movíamos y una clarificación respecto de los motivos que animaron a parte de una generación a lanzarse a la lucha armada.

Respecto del marco histórico concreto es necesario señalar un punto básico: hasta 1975 existía una gran cantidad de canales de comunicación entre los principales actores y en las fuerzas armadas aún no se había consolidado lo que después fue una férrea voluntad antiinsurreccional. En definitivo, creo que es vital para el análisis histórico comprender que durante un período muchas cosas pudieron ser muy distintas.

En lo que respecta a las motivaciones, lo que se produjo fue un enfrentamiento entre una idea de justicia (socialismo) y una concepción occidental-nacionalista que veía peligrar los llamados valores tradicionales.

Lo trágico del caso es que ambas motivaciones, en sus expresiones de aquellos tiempos, estaban ya fuera de la historia. No es para nada arbitrario sostener que el triunfo del neoliberalismo globalizante fue la resultante inexorable de aquellos acontecimientos.

Las "buenas intenciones"

Argentina continúa viviendo dentro de una celda de engaños, aun sabiendo, como sabe, que todo engaño es autoengaño. Vive enmarañada en una mezcla cada vez más nauseabunda de pseudo ingenuidad y falsa astucia. Aún no ha logrado definir quién es el enemigo.

Algunos siguen pensando que el mundo entero es el enemigo, y otros creen que el enemigo caerá en la trampa si se le ofrece, sin compromiso, el beso fraternal: intentan escapar del enemigo con la vana pretensión de engañarlo.

Seguimos empeñados en ver y en escribir la historia de manera primitiva: como una lucha entre buenos y malos, entre ángeles y demonios. Según quién la escriba los roles se intercambian. Tal vez en ese primitivismo esté la causa de todos nuestros males.

Después de la "caída del muro" se ha convertido en una tarea muy ardua, al menos para mí, definir lo bueno de lo malo. Sin duda el "socialismo real" fue, en una medida sustancial, un gran engaño, que sólo servía para definir un falso punto de referencia.

Pero lo cierto es que todos - o casi todos - los grupos político-militares de Argentina y América Latina, durante varias décadas, tenían como punto de referencia algún proyecto socialista, ligeramente más acá o ligeramente más allá del "socialismo real". En todo caso gran parte de los problemas estratégicos, operativos y logísticos se resolvían en La Habana, que copió del socialismo real soviético hasta el último tornillo.

Hasta donde yo sé los soviéticos estaban muy poco interesados en los procesos insurreccionales de América Latina. Inicialmente protegen al Che Guevara, a través de los "servicios" de la República Democrática Alemana, hasta cierto punto. Luego el Partido Comunista Boliviano inicia un desmarque que fue seguido por otros Partidos y que llegó hasta el final de la década de los 70. Es muy sabido que la posición que llevaba a Moscú la dirigencia del PC argentino era decididamente antiinsurreccional.

En mi último viaje a Moscú - agosto de 1995 - mantuve una larga reunión con Mario Monge, quien vive allí "exiliado" desde los sucesos del "Che". Mario Monge era el secretario general del PCB en el momento en que, sorpresivamente, el Che aterriza en Bolivia y le solicita apoyo para desarrollar un foco. Su visión retrospectiva del proceso revolucionario latinoamericano, como "hombre de Moscú", es altamente ilustrativa.

Al mismo tiempo, en los dos grandes servicios de inteligencia soviéticos - el GRU y la KGB -, pero especialmente en el primero de ellos, se abrió camino la idea de las ventajas estratégicas que ofrecían los proyectos de cooperación militar con algunos ejércitos de la región, partiendo de la experiencia peruana. En lo personal tuve mucho que ver con este proceso, ya que mis libros sobre la revolución peruana (la del general Juan Velazco Alvarado, iniciada en 1968) y otros análisis militares regionales eran material de consulta obligatoria en todos los centros decisionales de Moscú, civiles y militares, políticos y académicos.

Desde hace casi tres décadas, los que fabrican "inteligencia" en la Argentina me acusan de haber sido "agente de la KGB", cuando en rigor de verdad mis relaciones con Moscú estaban mucho más consolidadas con el "aparato" militar que con la inteligencia "interior" soviética.

Lo que podríamos llamar el "modelo soviético" de acercamiento organizativo y tecnológico con algunos ejércitos de la región, que se consolida a partir de la experiencia peruana, de la que fui protagonista, no estaba fundamentado en ninguna concepción del mundo generosa o altruista, sino en la imposibilidad militar de proyectar poder hacia una región tan alejada.

por Norberto Ceresole – un ex militante revolucionario de los 70´

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