Los atentados antijudíos en la Argentina, partes principales de un largo análisis del señor Norberto Ceresole, posiblemente conflictivo y debatible, pero no por ello menos interesante y rico en reflexiones válidas, con saltos al pasado de los 70´.
Una aproximación diferente a esos dramas en nada hasta hoy aclarados, pero ostensiblemente manipulados por diversos intereses en las internas políticas argentinas e internacionales.
El trabajo ha sido dividido en dos partes por razones de mejor manejo en la web.
La falsificación de la realidad
La Argentina en el espacio geopolítico del terrorismo judío
La "guerra sucia" en la Argentina - Guerras revolucionarias y guerras contrarrevolucionarias: del mundo bipolar al mundo apolar.
por Norberto Ceresole, un ex militante revolucionario de los 70´
PARTE 1
Del "holocausto" argentino al "terrorismo islámico"
A la Inteligencia del Estado de Israel se le planteó un problema esencial a partir del segundo atentado terrorista de Buenos Aires ¿Cómo salir de una contradicción que podría dañar la imagen judía en el mundo, en un momento en que todavía se creía, en Occidente, que la aceptación del Plan de Paz por parte israelí parecía lograda?
El problema era especialmente sensible en Europa, que había puesto "toda la carne en el asador" en el proceso del Plan de Paz, y sobre todo en asegurar a sus ciudadanos que esta vez sí, el Estado de Israel cumpliría con sus compromisos: se dijo hasta la saciedad que el Estado de Israel era un Estado normal - democrático.
En definitiva era políticamente imposible explicarle a los ciudadanos de la Unión Europea, donde el Estado de Israel carece de un lobby potente y unificado como él que existe en los EUA, que los atentados terroristas de Buenos Aires habían sido el producto de una confrontación - a muerte - entre dos concepciones del judaísmo (sionismo versus mesianismo nacional-religioso). Porque si ello era así, ¿Adónde iría a parar el Plan de Paz?
La única salida percibida por la Inteligencia israelí es reforzar las agresiones políticas y psicológicas contra la Argentina. Surge el proyecto, entonces, de instalar en Europa la idea de que en la historia reciente del país del Plata había existido algo muy parecido a un "Holocausto". Si en la Argentina hubo un "Holocausto", los verdugos del "Holocausto" serían fácilmente identificables con el "terrorismo antisemita".
La necesidad de fijar en la opinión pública europea la idea de que en la Argentina había existido un "Holocausto" era vital para cubrir ante el mundo no sólo la magnitud de la crisis intrajudía, sino sobre todo para fundamentar la grave decisión original de responsabilizar a la sociedad argentina de esos atentados.
Así, cuanto más grande sea el "Holocausto", mayores serán las posibilidades de que existan "verdugos antisemitas" misteriosamente conectados con el "terrorismo islámico". Ambos estarían unidos por su odio a los judíos. La imagen del Holocausto argentino cumpliría el rol propagandístico de las "armas de destrucción masiva" de Irak, que aparecen justo en el momento en que Israel destruye sus compromisos internacionales con el Plan de Paz.
Un ex capitán de la marina argentina llegó a Madrid con ese objetivo, vital para la estrategia judía que debía evitar, al límite de sus posibilidades, la existencia de cualquier duda sobre los autores de los dos atentados terroristas. Por ello había que instalar en la opinión pública europea la idea de que en la Argentina de la dictadura militar existió una especie de "Holocausto", aunque, naturalmente, en escala menor que el original alemán.
Los autores del "Holocausto argentino" son los "nazis criollos", los "nazi - peronistas", los verdaderos autores de los atentados terroristas "antijudíos" de Buenos Aires (1992 y 1994). ¿No había sido definido el peronismo, ya desde sus orígenes en 1945, como un movimiento nazi-fascista?
Ahora esos nazis criollos habrían actuado como cómplices del fundamentalismo islámico, manipulados, nada menos, que desde Teherán. Naturalmente nadie mencionó en ningún momento la acción del Shin Beth, ni la del Mossad ni la de las Fuerzas de Defensa israelíes, que proveyeron de asesores antisubversivos a todas las dictaduras ibero - americanas durante los años 70 y 80, ni las ventas de armas del gobierno israelí a todos esos gobiernos.
En esta hercúlea tarea de sustituir y de falsificar la realidad todos los actores reales del pasado juegan - ahora, en la imagen a construir - un papel muy diferente al que jugaron en la realidad de aquellos años. La imagen aparece invertida.
Por ejemplo, el Partido Comunista de la Argentina, hoy prácticamente inexistente, autor de aquella célebre definición del peronismo como movimiento nazi-fascista a mediados de los 40, es ahora recordado y presentado en sociedad como una "fuerza democrática".
El movimiento guerrillero de los años 70 en la Argentina, con toda su carga generacional y su proyecto de construir una patria socialista a partir de la lucha armada, ahora aparece ante las nuevas generaciones como un grupo de idealistas que luchaban contra la injusticia. Lo que constituye, dicho sea de paso, una absoluta falta de respeto con aquellos miles de jóvenes que murieron en el intento.
No deja de asombrar, por su audacia extraordinaria, la idea de vincular al "nazi-peronismo" con formas radicales del islamismo actual. Dos fenómenos distintos pero sobre todo distantes en el tiempo. Es una estrategia muy útil para Israel, ya que logra desviar el problema del terrorismo en lejanas latitudes hacia sus enemigos próximos más temibles: Irán y Hezbollah.
Pero sobre todo porque construye una cobertura que evita miradas indiscretas sobre el interior de la sociedad israelí. Israel continuará siendo creíble en Occidente mientras Occidente no "descubra" los verdaderos objetivos teológicos que rigen el comportamiento de la fracción dominante dentro del judaísmo mundial. De paso destruye un mito: el del peronismo como movimiento popular de liberación.
Las piezas básicas de este puzzle demencial - aunque convincente - son las siguientes:
Y así se cierra todo un "circuito lógico"
Otra versión de los atentados terroristas de Buenos Aires
La tesis de mis dos libros anteriores y de otra investigación ya publicada - en Amanecer Nº13, Madrid, octubre de 1997 - en relación a los atentados terroristas sufridos por la Argentina, en donde habita una de las comunidades judías más numerosas y significativas del mundo, parte de la constatación de la fractura que desde hace muchos años divide a la sociedad israelí.
Esos atentados terroristas se originaron a partir de los conflictos internos (intrajudíos), y no son consecuencias ni de un conflicto externo (Israel versus "mundo árabe", por ejemplo), ni mucho menos de la existencia de grupos locales "nazis" misteriosamente manipulados desde Teherán, instalados dentro de la geografía política de la propia sociedad argentina.
Este conflicto intrajudío se constituye, luego de la "caída de Moscú", en uno de los hechos determinantes del sistema internacional, en un factor con capacidad para afectar la totalidad de su funcionamiento, por lo menos en Occidente, Oriente Medio y Golfo Pérsico. Por lo pronto quedó claro que es el lobby judío-norteamericano y no los políticos de Washington quien traza la política internacional de la "primera potencia del mundo".
La creciente conflictividad entre el "fundamentalismo" judío y el laicismo sionista constituyó, desde un comienzo, la hipótesis explicativa más coherente para enfrentar con racionalidad los hechos de macroterrorismo ocurridos en Buenos Aires entre los inicios de la Conferencia de Madrid (orígenes de los llamados Acuerdos de Oslo y de Washington -explosión en la Embajada), y la delegación de toda responsabilidad administrativa de Jordania sobre la Cisjordania (mismo día del atentado a la AMIA, Buenos Aires, 18 julio de 1994).
Es por ello que emerge la imagen difundida por el lobby judío norteamericano ante la opinión pública mundial, de una Argentina entre fascista y pusilánime, decadente e intrínsecamente perversa. Hay una relación de causa a efecto entre la fractura del judaísmo - y la forma mesiánica que adopta su facción hegemónica - y la "perversión" de la sociedad argentina.
Es a partir de esa relación que la Argentina ha sido introducida en ese nivel inferior de la política mundial, obligándola a una continua y sistemática estrategia de despotenciación nacional, instrumentada por las clases dirigentes nativas, que en gran parte hoy juegan a la oposición al menemismo.
Esta interacción entre factores externos e internos determinó el amplio margen dentro del cual se trata de explicar dos acciones concurrentes de macroterrorismo con fuertes implicaciones religiosas y geopolíticas. En conjunto, una verdadera agresión exterior sobre la seguridad nacional de la Argentina.
La Argentina no registraba antecedentes en ese sentido. Es por ello que muchos argentinos percibieron que esos actos de macroterrorismo eran de una naturaleza esencialmente diferente respecto del terrorismo secular e interior (antiestatal y paraestatal) que vivió ese país durante los llamados "años 70".
Por lo demás, la sociedad argentina - y contrariamente a las infamias que se propalaron antes, durante y después de los macroatentados - no era, ni es, una sociedad antisemita. En Argentina crecieron y sobre todo prosperaron con absoluta libertad de elección - personal y grupal - muchas generaciones de judíos y lo hicieron sin ningún tipo de condicionamientos, a diferencia de otras sociedades occidentales democráticas señaladas como modélicas.
La comunidad judía tuvo mucho más "movilidad social" que cualquier otra comunidad de origen inmigrante, llegando en la actualidad a ocupar espacios sociales mucho más próximos al vértice que a la base de la pirámide social argentina. En rigor de verdad, ya no existen judíos de la "clase baja" en la Argentina. El hijo del sastre judío inmigrante fue un vendedor de trajes, y su nieto es economista, abogado o médico. Pero como economista, abogado o médico, está integrado a la tecnoestructura gran empresarial del país.
Mucho mayor éxito, si cabe, tuvieron los miembros de la comunidad judía residente en la Argentina que actuaron en el campo de la cultura y de las empresas culturales. Son judíos una proporción muy alta de profesores universitarios, actores y funcionarios del Estado calificados. Ramas profesionales enteras, como el negocio del psicoanálisis, son dominadas por judíos.
Los judíos controlan integralmente el mercado editorial y casi totalmente los medios de comunicación. Un porcentaje desproporcionadamente alto - en relación a la cantidad de judíos per cápita existente en la Argentina, aproximadamente un 2% de su población total - de los profesionales liberales son judíos.
Podríamos ampliar la lista, pero ya es hora de plantear el interrogante: ¡Qué extrañas formas adquiere el antisemitismo en la sociedad Argentina! ¡Qué anormal es este antisemitismo que durante décadas permitió que los judíos adquiriesen un poder descomunal, mucho más allá de la cantidad de judíos residentes asumidos como tales! Ese poder se ha ampliado hasta llegar al paroxismo de los tiempos actuales.
Sería un buen ejercicio leer las agresiones terroristas sufridas por la Argentina, en sus dos etapas:
a partir de Tácito. Él coincidiría con nosotros en afirmar que esas agresiones provinieron de grupos que integran el Estado de Israel, que están en guerra con otros grupos del mismo Estado. Sólo secundariamente apuntaron a la destrucción del "modelo argentino" , ello sucede en la etapa de "guerra ideológica" postatentados .
Argentina quedó de hecho incluida en el espacio de la doble contradicción interior y regional que afecta no sólo al Estado judío sino al mundo judío en su totalidad. La resolución de la grave contradicción interior que afecta hoy al Estado judío genera conflictos violentos, que luego exigen manipulaciones típicas de guerra psicológica para trasladar la responsabilidad de esas acciones criminales a las sociedades "hospedadoras", o bien al "terrorismo musulmán", o a ambos a la vez.
Esas manipulaciones ideadas como operaciones de guerra psicológica por los servicios de inteligencia judío-norteamericanos, son siempre dramáticas y profundamente conmovedoras, ya que tienen por objeto fijar, más allá de cualquier duda "razonable", a un enemigo externo satanizado, ubicado fuera del espacio de las contradicciones intra-judías, propiamente dicho. En este caso, ese enemigo es la alianza entre "terroristas musulmanes" y "nazis" locales.
Durante la segunda semana de diciembre de 1997 se realizó en Buenos Aires el "Primer Congreso Internacional sobre el Terrorismo". El representante de los Estados Unidos en el Congreso, Raphael Perl, declaró: "No tenemos pruebas directas de la participación iraní en los ataques de Buenos Aires, pero sí sospechas muy fuertes que apuntan al gobierno de Irán" .
La operación de guerra psicológica postatentados, una típica acción de encubrimiento, tuvo y tiene por objeto intentar unificar al pueblo judío, diluir sus contradicciones internas, en un momento en que ellas estallan violentamente. Continuar haciendo de Israel un Estado creíble en Occidente.
También están orientadas a consolidar un "espacio pacificado" en torno a las fronteras del Estado de Israel. Para ello se buscan responsables creíblemente "antisemitas": musulmanes radicales y nazis trasnochados, pero sobre todo, trasplantados.
Israel es un Estado al que gran parte de sus ciudadanos, esto ahora es evidente, lo desean confesional. Constituye un dato de extrema importancia el hecho de que ese Estado haya sido, la mayor parte del tiempo, conducido por social-sionistas laicos, en especial cuando ese Estado se encuentra sumido en una crisis inédita en lo interno y lo externo. Son públicamente conocidas las imbricaciones entre religión y política que han existido y existen entre los movimientos judíos religiosos y los grupos terroristas.
La increíble complejidad en la que está inmersa la cuestión de los atentados terroristas que hemos sufrido los argentinos dentro de nuestras fronteras proviene de las extraordinarias y dramáticas implicancias estratégicas que encierran las explosiones de las bombas de Buenos Aires, que son dos típicas agresiones exteriores a nuestra seguridad nacional.
La "conexión iraní" trató de fundamentarse a partir de una confluencia de necesidades tácticas y estratégicas de grupos de poder norteamericanos e israelíes, a partir del objetivo común de diluir la grave crisis entre el laborismo y los colonos fundamentalistas judíos dentro del Estado de Israel. Vista desde ese ángulo es más clara la hipótesis de que los atentados expresaron la lógica de una crisis intrajudía de naturaleza excepcionalmente grave.
La falsedad de la hipótesis suministrada inicialmente al gobierno argentino por los servicios de seguridad israelíes queda doblemente demostrada en el lamentable espectáculo que produce el canciller argentino en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas durante los primeros momentos del episodio y en el rol tragicómico del juez Galeano , quien promete - apenas llegado de Venezuela en donde fue manipulado por la inteligencia norteamericana - que el país entero se "caerá de espaldas" ante las revelaciones que, de manera inminente, él mismo se encargará de realizar, a partir de las confesiones de un falso agente de origen iraní.
Es la primera aparición en escena de Manoucheh Moatamer, quien le informa a Galeano, en Caracas ya en 1994, sobre la inminencia de un "tercer atentado" terrorista que aún no se produjo.
A finales de 1997 el señor Moatamer entra nuevamente en el escenario. Hace ya tres años que vive en los Estados Unidos, sin embargo se mantiene muy bien informado sobre lo que sucede en el interior del gobierno iraní. El juez Galeano lo sigue considerando, sin duda, un experto sobre "terrorismo islámico", ya que lo volvió a visitar en Los Angeles en donde el "arrepentido" iraní le entregó documentos "clasificados" que señalan a Irán, por enésima vez, como promotor de los atentados pasados, y responsable de los futuros aún no realizados.
Como se recordará, en 1994 el propio Moatamer anunció, ante el mismo juez, la inminencia del "tercer atentado terrorista" aún no devenido. No se trató, esta vez, de la edición de ninguna obra magna, ni siquiera de la explosión de ninguna bomba, sino de la difusión a través de todos los medios existentes en el país de los argentinos, de cuatro comunicados, firmados por la Presidencia de la Nación (jueves 11 de agosto de 1994).
La Secretaría de Medios de Comunicación anunció "la inminencia de un nuevo atentado del terrorismo internacional", que podría producirse en cualquier momento, en cualquier punto del territorio nacional (y, aún, "en países vecinos"), y sobre blancos no especificados. Nada ni nadie estaría a salvo de una muerte probable a partir de ese instante apocalíptico, según la palabra oficial.
Se impartieron órdenes de organizar y poner en
"estado de alerta", sólo en el ámbito de la Capital Federal, nada menos que a
"150 quirófanos y a 250 médicos repartidos en 33 hospitales". Todo ese plantel
sanitario estuvo reforzado por "50 ambulancias, tres equipos de terapia intensiva,
una unidad de catástrofe, bancos de suero y de sangre" y un larguísimo etcétera
preanunciadores de un drama inminente y sin precedentes, al menos en la
Argentina. Como no podía ser de otra manera, las poblaciones de los grandes centros
urbanos estuvieron a punto de entrar en pánico.
En forma casi simultánea con la emisión de los comunicados oficiales, varios ministros del gobierno realizaron febriles consultas con los jefes de los partidos parlamentarios, en especial los "opositores". Les anunciaron que el poder ejecutivo está actuando en función de una "comunicación oficial del gobierno de Israel, quien a través de su embajador en nuestro país informó al canciller argentino de esta posibilidad". Por lo demás, la hipótesis estaba avalada "y confirmada por organismos de Inteligencia nacionales e internacionales de máxima confiabilidad".
Resulta altamente significativo que en su momento ninguno de los dirigentes "opositores" cuestionara la validez del supuesto a través del cual se introdujo, desde el exterior y a partir de la propia jefatura del gobierno, un estado profundo de conmoción psicosocial en todos los niveles de la población argentina. Esas mismas personas se llamaron a silencio incluso después del asesinato del general Rabin, en el cual sectores de ese gobierno judío de "máxima confiabilidad" actuaron y son responsables por acción y por omisión.
Monoucher Moatamer, el origen de la información, reapareció misteriosamente en Quito, Ecuador, en 1995, con acusaciones contra diplomáticos iraníes, algunos de los cuales, luego se supo, habían dejado la Argentina unos seis años antes de producirse el primer atentado de Buenos Aires.
A pesar de que el señor Moatamer, como es lógico, no participaba de las decisiones del gobierno de Teherán (suponiendo que alguna vez haya pertenecido a ese gobierno), parecía y parece estar milagrosamente enterado de las más íntimas conspiraciones del "fundamentalismo persa", todas ellas, como dijo el jefe del ejército de Israel, orientadas a minar la resistencia moral del "mundo libre". Aunque parezca increíble, las declaraciones de este tránsfuga se han constituido en el fundamento más sólido - en verdad, en el único argumento - sobre el que se ha construido la "investigación" del juez Galeano.
Desde un principio, el Juez Galeano, de manera manifiesta y pública, se convirtió en un verdadero títere de los poderes judíos que hoy ocupan la República Argentina. Todas sus "pistas" conducen al vacío. Es el encargado de demostrar lo indemostrable: que un grupo "exterior" de inspiración iraní consumó un complot con un grupo interior antisemita. La confluencia de ambos grupos fue el origen de ambos atentados, según los poderes judíos instalados en la Argentina.
Este es el fundamento de una investigación judicial que no es trágica y cómica al mismo tiempo, sino doblemente trágica, porque su desenvolvimiento en el tiempo va señalando signos cada vez más manifiestos que se oponen a la viabilidad nacional de la Argentina.
Nunca hubo en la Argentina autoridades "libremente elegidas por el pueblo" que hayan sido tan manifiestamente manipuladas por gobiernos extranjeros y por grupos de inteligencia empeñados en una confrontación global contra una civilización, la islámica, que está siendo aceleradamente satanizada.
Vista desde el extremo austral de la América del Sur, la idea de la "guerra entre civilizaciones" surge como una mera proyección estratégica de las necesidades israelíes para sobrevivir en lo que los judíos han transformado en un "medio hostil: el mundo árabe fracturado por la propia presencia israelí en la zona. La inmensa mayoría de la humanidad no tiene ninguna necesidad de esa guerra. Sólo los judíos la necesitan, y el señor Samuel Huntington la escribe para ellos.
El partido comunista llamado "argentino" fue una de las fuerzas políticas que mayor y más eficazmente colaboró con el gobierno militar argentino, especialmente en sus comienzos, que fueron los tiempos de máxima represión . El origen de esa colaboración se encuentra en el tipo de relaciones económicas especiales que la dictadura militar había establecido con la ex URSS, luego del embargo cerealero decretado por el presidente Carter contra Moscú, como represalia contra su invasión a Afganistán.
La fidelidad del comunismo criollo al régimen militar fue total, sólida y leal desde ese momento . En esa inquebrantable amistad no influyeron los militantes comunistas "desaparecidos" (pocos), muy probablemente por error o por desviaciones "guerrilleristas" individuales.
Durante la etapa bipolar, la justificación ideológica de esta fusión de intereses entre la filial comunista en la Argentina y el gobierno militar de ese país la elaboró "científicamente" el propio comunismo criollo, quien durante todos esos años trágicos mantuvo una firme actitud antiguerrillera, que en algunos casos llegó hasta la propia delación.
Ahora los despojos del ex
partido comunista de la Argentina continúan manteniendo su verdadera
lealtad de siempre: visitan en Madrid al juez Garzón ofreciéndole una versión
hiperfalsificada de la historia de la Argentina contemporánea.
La nueva ofensiva
antiiraní: la VIII Conferencia Islámica
El juez Galeano se manifiesta como una persona capaz de aceptar una hipótesis de trabajo falsa, pretender no darse cuenta de ello y desarrollarla con voluntad y osadía de "cruzado de la libertad". La falsedad de la hipótesis radica en que los dos grupos acusados de ser los coautores de los atentados - los nazis criollos y los "fundamentalistas" iraníes -, jamás se vieron la cara entre sí. No hay ningún vínculo de ningún tipo que los una. Son dos universos absolutamente diversos, que en todo momento giraron y giran en órbitas distintas.
En síntesis, la investigación judicial, hasta el momento, sólo está basada en suposiciones proporcionadas por el ya mencionado Monoucher Moatamer, cuya credibilidad es igual a cero. Absolutamente ninguna de ellas pudo ser demostrada, no digamos fehacientemente; siquiera, al menos, razonablemente demostrada.
A ese montaje exterior se lo pretende articular con otro interior, más endeble aún: lo que el ministro judío Corach llamó "las transacciones financieras, de algunos miembros de la policía de la Provincia de Buenos Aires, contemporáneas con el tema del atentado de la AMIA". Se trata de probar que la "conexión local" recibió dinero - ¡nada menos que dos millones quinientos mil dólares! - del grupo terrorista iraní por la compra de un "coche-bomba".
El vehículo habría sido suministrado por esos oficiales de la Policía, a un precio ciertamente increíble. Independientemente de que esta hipotética conexión no explica el primero de los atentados (el de la Embajada), tampoco se sustenta en ningún otro dato demostrado. En cuanto al dinero encontrado en cuentas bancarias de algunos oficiales de policía existe una explicación mucho más simple: cuentas paralelas de dinero negro producto de la corrupción. Eso, en la Argentina, lo saben hasta las piedras.
Para llegar a semejante estupidez se movilizó un tremendo y costoso aparato investigativo. "La justicia argentina tiene intervenidos, en este caso, 450 teléfonos; tiene más de 316 mil horas de escucha que son analizadas en forma permanente por 45 personas. Además, la inteligencia argentina tiene a otras 55 personas dedicadas a esta investigación. La Policía Federal tiene dedicada a esta investigación una unidad especial antiterrorista con más de 80 efectivos, además de instalaciones, tecnología, etc." (Declaraciones de Corach a Ámbito Financiero el 7 de enero de 1998).
El señor Moatamer, como hemos dicho, vuelve a aparecer en escena hacia finales de noviembre de 1997, cuando es entrevistado nuevamente por el mismísimo juez Galeano, esta vez en la ciudad de Los Ángeles, EUA. ¿Qué pudo haber dicho de nuevo el iraní, tres años después de su primera misteriosa aparición en Caracas, Venezuela? El único diplomático iraní aún presente en la vacía Embajada de Irán en Buenos Aires señaló: "Lo que diga Moatamer no puede considerarse serio. En Irán fue condenado a diez años de prisión por fraudes. Se escapó y, como necesitaba refugio, ofreció información en agencias de inteligencia en Estados Unidos" (Abdolrahim Sadatifar, a La Nación, el 29 de noviembre de 1997).
Pocos días después, durante la primera semana de diciembre de 1997, se hizo presente en Buenos Aires el representante de una de esas agencias de inteligencia, el judío norteamericano Raphael Perl, miembro del Servicio de Investigaciones del Congreso de los EUA, que es el lugar donde funciona el principal lobby judío en ese país. Fue presentado en sociedad como "especialista en terrorismo" y con toda seriedad sostuvo: "Hay fuertes indicios de la relación de Irán con los atentados, pero no hay pruebas concluyentes. Irán respalda a Hezbollah y usa personal diplomático para preparar y llevar adelante ataques terroristas".
Luego de tal originalidad, expresó su opinión sobre Argentina: " un país donde hay un débil control fronterizo, con policías dedicados a cometer ilícitos y donde se puede corromper gente para conseguir armas y explosivos". Y como si esto no fuera suficiente, en la Argentina también " hay un sistema judicial relativamente débil". (De Raphael Perl a Clarín, el 7 de diciembre de 1997).
Hacia finales de 1997, poco antes del comienzo de la VIII Conferencia Islámica que tuvo lugar en Teherán entre el 9 y el 11 de diciembre se produce, "casualmente", una "súbita resurrección de la pista iraní". Hacía casi tres años que no se hablaba del tema.
De golpe, mágicamente, todo el mundo juega al sorprendido, especialmente los funcionarios argentinos. El ministro de Asuntos Exteriores, señor Guido di Tella, el famoso inventor de la "política" de las "relaciones carnales", es uno de los "sorprendidos": "Parecía que la investigación (sobre los atentados terroristas) no estaba produciendo ningún resultado, pero de golpe hay una acumulación de hechos que tiene a todos muy animados".
Ni los periodistas ni los funcionarios hablan sobre la naturaleza del "golpe de suerte" que ha animado a la investigación judicial. Es lógico, porque se llama: política norteamericana orientada a internacionalizar las hostilidades contra Irán. Una vez más, el gobierno argentino cumple al pie de la letra con sus "relaciones carnales" con los EUA. La "pista iraní" emerge de sus cenizas, como un "ave fénix" tuerta y coja, en la fangosa periferia del mundo excluido.
Ante esta realidad sólo cabe reiterar el cansancio ante la torpeza manifiesta de los servicios de inteligencia norteamericanos e israelíes, y ante la patológica estupidez que sufren los 180 investigadores argentinos, según Corach. Todos ellos pretenden demostrar con forceps una hipótesis ilógica e indemostrable por naturaleza, ante la mirada complaciente del "gobierno" nativo y en función de las necesidades coyunturales de Washington y Jerusalén orientadas a internacionalizar las hostilidades contra la República Islámica de Irán.
Como siempre sucede con los acontecimientos políticos en estos tiempos de globalidad, lo más conveniente para comprender el comportamiento de una parte del sistema internacional - en este caso el llamado "mundo occidental" - lo mejor es estudiar las actitudes de algunos de los componentes concretos de ese mundo.
El viejo método hegeliano de ver en lo particular concreto una manifestación "real" de lo universal abstracto es especialmente válido. Lo universal abstracto es la existencia de una orden, producida por el vértice de la pirámide de poder en el "mundo occidental", que señala la necesidad de aislar y acosar a la República Islámica de Irán. Pero esa orden es procesada y cumplida - o incumplida - de forma muy diferente por los diversos componentes del sistema.
Los componentes del sistema que están fuera del control del vértice de poder de EUA, como China, incumplen la orden. China sigue cooperando con Irán en el dominio de las tecnologías "sensibles". Los componentes del sistema que están en la frontera del control que ejerce EUA - un día más acá y otro más allá, incumplen o cumplen - la orden sólo parcialmente: es el caso de Rusia o de la Unión Europea. La primera, continuando con sus exportaciones de tecnología militar convencional a Irán; la segunda, restaurando sus conexiones diplomáticas y sus negocios estratégicos (petróleo, gas, etc.).
La verdadera naturaleza de la orden puede leerse en el comportamiento de los Estados periféricos totalmente subordinados al vértice del sistema, como es el caso de esa república neo-bananera que es hoy la Argentina menemista. Ese y otros Estados que se conducen según los dictados del "alineamiento automático" cumplen la orden o mandato con prontitud y exceso. En esa forma de cumplirla - y no en su definición teórica original y genérica - está la verdadera naturaleza de la orden o mandato.
Hace unos cinco años atrás, la situación era
muy distinta. Argentina exportaba a Irán unos 2.000 millones de dólares, con
perspectivas de quintuplicar esa cifra hacia el mediano plazo. Desde Buenos Aires se
exportaron a Irán, en plena guerra contra Irak, importantes stocks de armamentos
convencionales y, una vez que ella hubo finalizado, enormes cantidades de alimentos. Hubo
un intento de exportar tecnología nuclear para
usos civiles abortado por la acción de la diplomacia norteamericana y por la incipiente
andadura de la teoría de las "relaciones carnales" elaborada por el gobierno
del señor Menem.
A las pocas horas de producirse el segundo macroatentado terrorista en Buenos Aires, la Embajada de Israel, la de los EUA, así como la comunidad judía residente en la Argentina acusaron a Irán de ser el responsable de ese acto de terrorismo. Las relaciones diplomáticas entre ambos países se congelaron a nivel de secretarios de embajada. Poco tiempo después, el único representante diplomático de Teherán en Buenos Aires sufrió un atentado terrorista - un motorista encapuchado lo baleó en la vía pública y a la luz del día - y salvó la vida milagrosamente. Mientras tanto, lo que prometía ser una relación bilateral extraordinaria entre dos países económicamente complementarios, quedó en la nada: el intercambio comercial actual entre los dos Estados es mínimo.
El hecho de base fue que el gobierno argentino se había doblegado absolutamente a los dictados de los intereses judíos y a través de esa vía, comenzó a cumplir la orden de acoso a Irán con celeridad y exceso. Actualmente, el gobierno argentino aprisionado por la comunidad judía residente en la Argentina, está desarrollando una campaña antiiraní que podríamos definir como histérica e irracional, al mismo tiempo.
A partir de una hipótesis "antiterrorista" que parece elaborada por cretinos y para cretinos, carente de toda coherencia, carente sobre todo de testigos fiables y de móviles racionales, la Argentina neo-bananera está hoy en la vanguardia de la lucha de Occidente contra el demoníaco mundo musulmán.
El tratamiento que el mundo judeo-cristiano le ha dado a los atentados terroristas de Buenos Aires es el mismo que le otorga a los innumerables atentados terroristas que jalonan el conflicto árabe israelí. Los bombardeos judíos al Líbano, por ejemplo, son definidos como "acciones militares". Las respuestas militares de la resistencia nacional libanesa son "actos terroristas".
No existe un sólo señalamiento que indique el origen de los atentados que se producen en numerosos países árabes, en Egipto y en Líbano, particularmente, excepto que ellos son el producto del "terrorismo islámico": fantasma genérico detrás del cual estaría siempre el omnipotente y omnipresente Estado Iraní. Ni el Estado ni las organizaciones militantes judías han cometido jamás ningún acto de terrorismo. Es más: por definición no existiría un terrorismo judío, stricto sensu.
En este mismo espacio ideológico las matanzas
argelinas son acciones del "terrorismo islámico". El
asesinato de Rabin, el crimen de Goldstein y otros cientos de atentados producidos dentro
de las fronteras del Estado de Israel siempre fueron el producto, naturalmente, de
"locuras individuales". Y, por supuesto, está penalizado judicialmente
cualquier intento de relacionar al fundamentalismo judío, que es inexistente según los
cánones occidentales actuales, con los atentados de Buenos Aires .
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